31 de julio de 2012

PICO SAGRADO CORAZON




El día 18, volvimos a tierras asturianas a Poncebos y subir al pueblecito de Sotres. Desde aqui por un tramo de carretera de tercermundista hasta el collado del Jito de Escarandi.

Repetimos algunos de la última ruta, que fué la del Cares, como mi hermano Vicente, mi amigo Manolo, Antonino y su mujer Encarnita, con su amiga Esperanza, éstas han sido las que se han incorporado al grupo.

Partimos desde el collado, donde habíamos estacionados los vehículos, por el camino minero que nos llevaría cerca del refugio de Andara (1.725 m.) en una hora y quince mínutos. Cogemos una senda a la derecha antes de llegar al refugio para ascender por encima de la majada y canal que nos situa en la collada de Tresmancondiu (1.846 m.), siempre dejando a la izquierda el Pico Mancondiu y continuando subiendo por la cuesta llamada la Escalera.

Llegado a esta collada, ya empezamos a divisar el Pico Samelar y el camino que transcurre por las Vegas de Andara, el cual tenemos que recorrer.

Pronto nos encontramos con la fuente rebautizada Toño Odriozola, en recuerdo de este gran montañero, para proseguir de enfrente, por una senda comoda que nos van subiendo hasta llegar a una desviación a la izquierda que termina en el collado de San Carlos (2.052 m.).

Desde este collado, observamos la gran canal de San Carlos, que se inicia en el valle de Liebana. Desde aquí continuamos al noroeste por una amplia loma que culmina hasta terminar en la cima del Pico del Sagrado Corazón (2.212 m.).

En este Pico, se encuentra la imagen del Sagrado Corazón en bronce sobre un pedestral, la cual fué sustituida en 1.995 por la anterior imagen que fué deteriorada como consecuencia de un rayo y también un vértice geodésico que su situación parece más que se va a desprender con caída a la vertiente lebaniega, sino no se llega a remediar.

El Pico Sagrado Corazón se llamaba antes pico de San Carlos por su proximidad al collado canal de San Carlos y el nombre actual viene desde 1.900.

Esta cumbre se celebraba cada 10 años y últimamente cada 5 años, una misa, donde acuden miles de personas y que al concluir la misma los romeros celebran una comida en las Vegas de Andara y cuya romeria esta considerada de Interés Turístico Regional.

Desde la cumbre se domina perfectamente el Valle de Liébana, la Cordillera Cantabria y parte del Macizo Oriental, donde destacaría la vista al fondo de la Morra de Lechugales. Si impresiona el desplome vertical que tiene hacia la vertiente cantabra, encima mismo del valle de Liebana.

El regreso por sugerencia de Antonino, le efectuamos por la senda que viene del Samelar hasta contactar con el camino que nos lleva nuevamente a la fuente, donde se aprovechamos para beber agua.

Como visita obligada llegamos hasta el refugio, para verle aquellos que no lo han visitado y consumir unas latas de cervezas, que bien nos lo habíamos merecido.

El refugio es un antiguo casetón propiedad de la Real Cía Asturiana de Minas, que ha sido cedido a la Federación Cántabra de Deportes de Montaña y Escalada y que se encuentra muy bien atendido, con buen servicio y acogedor para todos los montañeros que desean introducirse en esta parte del Macizo Oriental.


LAS MINAS DE LA PROVIDENCIA
La Hermida y Ándara.- La vida minera.- La Peña Vieja
(5-12 de Julio de 1890)

15 horas de viaje en tren y nueve en diligencia, de Madrid a la Hermida: el suplicio es duro en cualquier país del mundo, más duro puede ser en España, y una buena noche no es suficiente para reposar de estas fatigas. El hotel de los Baños, gran casa blanca sobre la ruta del Deva, tiene camas limpias, una cocina pasable, precios moderados. Las aguas minerales de la Hermida contienen, al decir de los químicos, cloruro de sodio, sulfatos, sales de cal, y su temperatura varía entre 50 y 61 grados. La docta Facultad las usa para el reumatismo, la gota, la dispepsia y la escrófula. Las fuentes fueron captadas en 1841, pero la construcción de las termas data de 1880. El lugar es salvaje y encajado en un abrupto desfiladero, los torrentes no dejan sitio para la carretera y los edificios. No se puede decir que los naturales de allí tengan más prisa que los del resto de la Península; y Pedro el Herredor se hace esperar más de dos horas. Este personaje es el representante del director titular de las minas de la Providencia, S.E. Don Benigno Arce, y el hombre indispensable para cualquiera que desee visitar el alto país.
En España generalmente está de moda confundir el macizo de Ándara con los Picos de Europa, y nuestra certeza en esta opinión se confirmó a nuestra llegada. Esperando al señor Pedro, fumé un delicioso cigarro de 20 duros, anticipo de nuestra caja, con el aire socarrón y gruñón característico de las gentes de bien de este país escuché el programa de nuestro viaje, y di instrucciones: un guía de burros y su burro están poco después en el umbral. La carga se hace sobre el “maestro Aliborón”(1). Esta región es un infierno para los transportes. La buena mula aragonesa o catalana, la bestia segura y preciosa, no existe en los pueblos cantábricos. El mismo asno con airoso corvejón y pie montañés es un descubrimiento difícil. No hay más que dos maneras de viajar fuera de los grandes caminos, los caballos y las carretas de bueyes, que suben, con ruido estridente de ejes resecos, las sendas escarpadas a menudo más estrechas que ellos. Las carretas producen mareos y las adelantan las tortugas que remolonean. En cuanto a los caballos siempre están en el prado durante la primavera. Cuando se solicita “caballería” — y por esta palabra hay que entender cualquier montura — al decir de la gente siempre hay. Pero después de mediodía de espera buscando a la bestia en la montaña, y otro medio día que no se la encuentra, lo mejor que puede hacer es ofrecer un cigarro al resignado propietario y dar una nueva batida en otra montaña. No vayáis jamás a España y sobre todo a los Picos de Europa si sois aficionados al sexto pecado capital. La cólera, siempre mala consejera, en el país de la paciencia no hace más que retrasar las cosas.
Gracias a Dios, en nuestros comienzos todo marchaba según nuestros deseos, excepto el tiempo. Mientras subimos las revueltas que nos conducían a las minas de Ándara, la lluvia amenaza, después cae, después se convirtió en nieve: y el camino es largo. Se cuentan cinco leguas lo que quiere decir en buen francés seis horas, nosotros lo aprenderemos a nuestra costa. Los carros cargados descienden pesadamente llevando el mineral al horno de Dobrillo, donde antes de ponerse en ruta por el puerto de Unquera, se le somete a cielo abierto a una primera cremación. Llegamos a Ándara ateridos y mojados hasta los huesos. El Sr. de Arce estaba ausente, pero el subdirector, el Sr. Alfonso Martínez Infante, nos dio la más encantadora acogida gracias a las recomendaciones que llevábamos. Este excelente hombre nos prestó ropa. Todo el personal doméstico se puso a nuestras órdenes; Emilia pone a secar nuestros vestidos, Jesusa atiza el fuego para la comida, Angélica, su risueña sobrina, prepara la cama, e l mejor lecho de la casa, el lecho de la Infanta Isabel. Es allá donde Alfonso XII y su hermana inauguraron las famosas cacerías que han dado origen a las crónicas y sobre todo a la imaginación de los periodistas madrileños. Pero el Rey tuvo buen tiempo y nosotros lo tenemos malo: nevará toda la noche, mañana nevará todo el día. El tiempo pasa, resguardados de la intemperie y con la esperanza de que el sol salga mañana y que permitirá la feliz ascensión de la “Tabla de Lechugales” (2.445 m), el punto culminante del macizo oriental.
Ándara es el centro principal de explotación de zinc en los Picos de Europa. Dos grandes construcciones bajas y estrechas se alinean en un circo desolado. Una es la casa del personal directivo, otra sirve de almacén y habitación a los mineros.
La caliza de Ándara es metalífera y perteneciente a una capa inferior de terreno carbonífero. Encierra abundantes filones de calamina (carbonato de zinc nativo) y algunas vetas de sulfuro de plomo, de pirita de hierro y de cobre. Hay también dolomitas.
Cada galería tiene su modo particular de explotación. La extracción se hace tanto de abajo hacia arriba como de arriba hacia abajo. Ya sea en la mina, ya sea a cielo abierto se trabaja la selección de los minerales. Si los productos son ricos se les utiliza directamente; si son pobres se les somete a un lavado en cilindros en los que actúan pistones movidos a mano. La profundidad de la galería es de cincuenta a cien metros: el terreno es tan sólido que raramente se apuntala con armazones.
El personal de las minas de la Providencia es de alrededor de 400 trabajadores sin incluir los carreteros. Los “barreneros” ganan de 2,50 a 3 francos, los “escombreros” de 2 a 2,50 francos, los “muchachos” de 1,50 a 1,75 francos. Estos últimos son jóvenes de 14 a 16 años que llevan los útiles a la fragua, la comida al tajo y hacen todos los pequeños trabajos. Una veintena de mujeres trabajan, al aire libre, para escoger los minerales mezclados con piedras antes de proceder al lavado en el agua procedente de las nieves. Cada mina tiene a su mando un “capataz” y dispone de una chabola de albañilería y carpintería, donde se alojan de 15 a 25 obreros.
La comida, sana y abundante, se provee a los mineros reteniéndoles alrededor de 28 francos por mes (0,23 francos por día). Se reparte en tres comidas: una sopa por la mañana, dos comidas compuestas de tocino, diversas legumbres, arroz y a veces carne, a mediodía y a las 7. Cada trabajador recibe un kilo y cuarto de pan, la mayor parte tiene al final del primer mes pan para revender, y rehúsa comer en exceso. El “ranchero” es generalmente un personaje que se toma en serio su papel de la manera más cómica y a menudo deja de dar vueltas a la sopa para realizar las funciones de “cantinero”, que simultanea con las suyas propias — ver para creer —. Vende vino, aceite, alpargatas y otros efectos, siempre por la ventana, la puerta de la tienda siempre está cerrada para los compradores.
De Ándara a Áliva, el segundo grupo minero de la Providencia, el camino más frecuentado pasa cerca del Pozo de Ándara(2), el único lago de la región, después por Sotres. El descenso se hace por improductivos pastos, sembrados de un caos de bloques calizos tan grandes como los de Gèdre(3). desde Sotres a Áliva se remonta el alto valle del Duje, osco y desierto, encuadrado por elegantes agujas y picos irregulares. Áliva igual que Ándara posee dos construcciones, la de los maestros y la de los destajistas, pero todo más modesto y más pequeño. Se diría que las casas de las minas de los Picos de Europa crecen en razón directa de su altitud. Áliva está a 350 m. más bajo que Ándara. Los edificios están sobre una meseta verde, a nivel de la línea que divide las aguas entre el Duje y el Deva. Se esconden en una especie de pliegue herbáceo, donde se termina la ruta que desciende a todo lo largo del valle del Deva, camino de carros de Áliva a Camaleño y a partir de ahí carretera de coches. Los minerales recorren unos sesenta Km. desde Áliva a Unquera, su puerto de embarque. El zinc que se explota en Áliva no se obtiene de la calamina sino de la blenda (sulfuro de zinc), se entrega tal cual, sin calcinación; la mayor longitud de los transportes iguala los gastos.
Alfonso XII honró Áliva con su visita, y nos han reservado la habitación real. Pero este palacio efímero compuesto de dos cuartos, no posee en cuestión de provisiones más que muy suculentos recuerdos. La venta de Áliva tiene por todo recurso pan mediocre y vino detestable. De todo lo demás carece, café, chocolate...¡el chocolate!




Dejado el refugio, regresamos por el camino que termina en el Jito de Escarandi.

Excursión muy interesante, por lo fácil que es poder culminar esta apreciada cumbre y la suerte de haber tenido un día espléndido de mucho sol.

Todos hemos cumplido y más aún las "chicas", como son Encarnita y Esperanza, que se han comportado pero que muy bien, ambas ya tienen experiencia en alta montaña.

Personalmente me he encontrado de nuevo con este Pico, que hacía muchisimos años que no habia subido y si a su vecino el Pico Samelar, en una ruta invernal en el año 2.010.

Como es costumbre y en tierras asturianas, paramos por decisión de Vicente en Arenas de Cabrales, quien eligió un acertado sitio para escanciar unas botellas de sidra.